viernes, 1 de mayo de 2009

“Yo Fui Un Esquizofrénico”


Si Puedes Creer, Al Que Cree Todo Le Es Posible

 

“Yo Fui Un Esquizofrénico”

 

Yo creo en los milagros; yo creo en la sanidad divina; yo creo en el poder del nombre de Jesús para echar fuera a los demonios; yo creo en la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento; yo creo en el Espíritu Santo que vive en mí Y YO CREO QUE JESUCRISTO ES EL MISMO AYER, HOY Y POR LOS SIGLOS.

 

Yo creo que si Jesús hizo milagros en mi vida, en mi familia, también lo puede hacer en la tuya, SI PUEDES CREER.

 

Hoy quiero contarles la historia de un milagro verdadero que es casi igual a uno que ocurrió hace más de dos mil años (Marcos 9: 14-29) Yo soy ese muchacho. Mi nombre es Juan.

 

I.            EL COMIENZO DE UNA HISTORIA DE TERROR

 

1.   Mi madre tuvo su primogénito que murió al nacer, le pusieron por nombre Luis Domingo. Fue en el mes de agosto del año 1983. Mis padres se enteraron ya tiempo después que los doctores que asistieron en el parto eran satanistas, y que en esa clínica habían muerto varios hijos varones en extrañas circunstancias, sobre todo los que eran primogénitos y varones.

 

Luego del parto que duró más de 15 horas a mi hermano se lo llevaron a otra sala, mientras mi mamá quedó sola para recuperarse de la anestesia y en el lapso en que volvía en sí, ella tuvo una experiencia sobrenatural; oyó los gritos desesperados como de cientos de bebés sacrificados, debajo de su cama y vio algo parecido a un pozo oscuro donde estaban esos niños y en ese preciso instante era como si la sala donde estaba se llenó de tinieblas. Fue una experiencia horrible y traumática. Todavía mis padres no eran cristianos y mamá  tenía tan solo 21 años.

 

Yo nací luego de dos años de tratamiento que hizo mi madre con un especialista porque quedó con un severo trauma después de su primer parto. En ese lapso ella perdió dos embarazos más de meses y cuando por fin quedó embarazada de mí, fueron varias las veces que casi me pierde. Ella sufrió muchísimo antes de darme a luz, tenía muchas pesadillas en las que soñaba que yo moría.

 

Y cuando nací los sustos y sufrimientos no terminaron, sino que aumentaron para mis padres. Fui un niño muy débil y propenso a las enfermedades durante toda mi infancia, tanto que recién pude dar mis primeros pasos a los dos años. Los especialistas dijeron que yo tenía un retraso mental y emocional que eso me daría muchos problemas para adaptarme, es decir que mi edad biológica no correspondería a mi edad cronológica. El retraso sería de 5 años aproximadamente.

 

Pero recuerdo que cuando cumplí cinco años tuve en sueño donde se me apareció Jesús y me dijo que no tuviera miedo, porque un día Él iba a darme algo muy importante. Con todo esto en la adolescencia comencé a tener sueños horribles, con criaturas infernales y siempre sentía que alguien más estaba en mi habitación por las noches. Siempre tenía miedo, mucho miedo, todas las noches.

 

A veces oía voces que me hablaban y me decían que era un bueno para nada, que no servía, que era feo, que mejor sería que me muriera. Decían que era una maldición para mi familia y que mi hermano era mejor que yo. Esas voces y las pesadillas me persiguieron durante toda mi adolescencia. Siempre me sentí de menos por eso, me creía feo e inútil, incapaz de hacer nada bueno. Entonces busqué refugio en la bebida y las drogas, juntándome con malas personas. Les robaba a mis padres cuando podía para comprar cigarrillos y alcohol.

 

Fueron tiempos muy malos, donde cada noche lloraba y quería morir. Y cuando conseguía dormir tenía terribles pesadillas con seres malvados y bestias infernales.

 

 

 

 

 

 

 

Hasta que un día comencé a ver a una persona que por momentos se parecía a mi hermano muerto. Yo le veía en el espejo, en lugar de verme a mí, entonces creía que yo era él. Pero también veía por las noches a otro ser, no sabía si era hombre o mujer, porque no me atrevía a mirarle, que se sentaba al lado de mi cama y me atormentaba con sus carcajadas e insultos.

 

Entonces me levantaba y me escapaba de mi casa corriendo. Iba a un bar a tomar y a fumar, luego amanecía en algún lugar, me sentía perdido y muy asustado. Algunas veces conseguía llegar a mi casa, pero otras veces tenía que llamar para que me buscaran. Muchas veces mis padres se pasaron la noche buscándome en angustia y orando para que no me pasara nada.

 

Algunas veces me robaron, otras me golpearon. No me acordaba ni siquiera con quienes había estado esa noche. Mi mente no dejaba de trabajar, no descansaba, dormía pero no descansaba. Solo Dios me ayudó a soportar tanto sufrimiento. Porque además casi nadie quería juntarse conmigo en la iglesia, me miraban raro y hacían comentarios. Luego que todo pasó mis padres me contaron que algunos hermanos murmuraban diciendo que: “cómo podían ellos seguir pastoreando teniendo un hijo loco, tal vez están bajo maldición o en algún pecado oculto”.

 

También debían soportar todo eso, en cuanto a mí en los últimos tiempos ya no me podía congregar porque cuando estaba en medio de la gente, había momentos en que parecía que todos me estaban mirando y me señalaban y se burlaban de mí. Eso me daba una sensación horrible y salía corriendo a esconderme.

 

Entonces mis padres comenzaron a llevarme a un siquiatra en Foz de Yguazú a comienzos del año 2005. Se me diagnosticó esquizofrenia y comencé a tomar medicamentos muy fuertes que me sacaban de la realidad, me hacían como un robot.

 

Luego cambiamos, a otros especialistas, hasta que mi mamá me llevó a un famoso neurólogo en Asunción y este le recomendó que me encerraran en un hospital neurosiquiátrico porque me estaba volviendo una amenaza para mi familia.

 

Él le dijo: “Ni aquí, ni en ninguna otra parte del mundo hay cura para su hijo, vaya y enciérrelo en el manicomio y olvídese de él”.

 

Para ese tiempo yo había intentado suicidarme en varias oportunidades, y hasta había amenazado con matar a mi mamá. Ellos ya no podían dormir en las noches, porque yo era capaz de cualquier cosa. Fueron tiempos terribles, de gran angustia y dolor para mis padres.

 

Mi papá encerraba todas las noches bajo llave a mi mamá y a mis hermanos en el dormitorio y él se quedaba conmigo a vigilarme toda la noche. A veces dormía una hora o dos. Así fue durante meses. Cuando reaccionaba papá oraba, y cuando me ponía violento se tiraba sobre mí  para dominarme.

 

Ellos me contaron que en varias oportunidades un espíritu les hablaba a través de mí, burlándose de Jesús y siempre les proponía que a cambio de mi sanidad ellos dejaran el ministerio. Por las noches los demonios no me dejaban en paz y la casa se llenaba de voces, de ruidos y de pasos. Siempre se caían cosas o se arrastraban los muebles. Mis padres no salían a investigar porque sabían de donde provenían esas manifestaciones, de los espíritus malignos que estaban conmigo.

 

Por la mañana dormía, despertaba al medio día con buen ánimo y me comportaba normalmente, aunque muy eufórico hasta que se ponía el sol, era entonces cuando mi comportamiento cambiaba radicalmente en una profunda depresión. Y era en ese momento que mis padres decían que la casa se llenaba de un espantoso espíritu de temor que invadía a todos en la casa, ellos se sobrecogían de escalofríos.

 

Por supuesto los doctores que me atendían, como no eran cristianos no creían lo que les contaban mis padres y tampoco aceptaban lo paranormal. Solo me aumentaban las dosis de algunos de los muchos medicamentos que tomaba buscando encontrar el punto de equilibrio mental.

 

 

 

Como sabrán la esquizofrenia crónica (que me diagnosticaron por último en el año 2007) no tiene cura y cuanto más avanza, la persona que sufre este mal ya no puede vivir en un hogar normal por el peligro de vida que representa para el enfermo y para la familia. Además es insoportable el ambiente de locura infernal que se vive en la casa.

 

Mi padre estaba firmemente convencido de que el mal se había introducido en mí ya desde el vientre de mi madre, por el constante temor de perder nuevamente ese embarazo que duró desde el principio hasta el final del alumbramiento.

 

Esos temores continuaron en ella en forma persistente y hasta a veces de manera irracional, despertándose muchas veces de madrugada pensando que yo estaba muerto en mi cuna. Esos miedos también fueron siendo parte de manera cada vez más profunda en mi vida, tanto que no podía estar solo ni en el baño.

 

Yo dije que me había convertido por eso en el “hijo del miedo”, a tal punto que luego se transformó en parte de mi personalidad y hasta lo buscaba. Así aumento en mí, lo que ya desde 16 años fue una afición compulsiva a las películas de terror y la música heavy metal. Eso desató en mi un carácter violento, entonces por las tardes entraba en depresión, luego escuchaba mi música, para terminar muchas veces rompiendo todo lo que encontraba a mi alrededor en un delirio de gritos, carcajadas y luego llanto incontrolables. Aún escuchando el heavy “cristiano” me llenaba de demonios.

 

Mis padres sufrieron todo eso por largos años, hasta que llegó a ser insoportable para ellos. Yo tenía dentro de mí deseos de matarlos y luego matarme a mí. Amaba a mi mamá, pero había momentos en que deseaba hacerle mucho daño, pues le culpaba constantemente de lo que pasaba en mi vida. A veces me sentía homosexual, otras veces pensaba como un asesino, planeaba masacres. Sentía el mal dentro mío con gran intensidad.

 

Solo cuando mi padre oraba y me hablaba parecía calmarme y obedecía. Creo que los demonios que estaban en mí conocían a la autoridad que estaba en él, a Jesús. El nunca se dejaba intimidar por mí y lo respetaba.

 

Pero aún así el mal que me atormentaba seguía creciendo, literalmente cualquiera que entrara en mi casa, especialmente por la noche sentía a los demonios, hasta los podía oler y daban miedo. Pero un día la siquiatra que me atendía dijo a mi mamá que ella había hecho conmigo todo lo que estaba a su alcance y ya no podía hacer nada más: “Les sugiero que le lleven a internar en el hospital Neurosiquiátrico”, nos recomendó. Por primera vez vi a mis padres totalmente desanimados.

 

Fue lo último que deseábamos escuchar, y mi papá se negó llevarme, pero al final cedió a los insistentes ruegos de hermanos y amigos. Recuerdo muy bien cuando un sábado muy temprano arribamos al hospital, a mí me parecía como estar participando de una película de terror. Me atendieron muchos médicos y al final todos movían sus cabezas confirmando el fatal diagnóstico.

 

Le dijeron finalmente a mi papá: “Su hijo está muy grave y debe ser inmediatamente internado y sujeto con de calmantes y camisa de fuerza, pero debe darnos su consentimiento por escrito y con su firma”. Recuerdo que le miré a mi papá llorando y le dije: “Papá, ¿vos te animarías a dejarme aquí?” Y el movió su cabeza negando.

 

Así salimos de allí cerca del medio día y cuando ya estábamos disponiéndonos a regresar a Ciudad Del Este, recibe papá una llamada de un pastor que le insta a que se quede hasta el lunes siguiente porque tenía una respuesta de Dios para mi caso “Pero quítale todos sus medicamentos ahora mismo” Esa era una decisión demasiado riesgosa, así que tuvo que ir a la presencia de Dios para decidir.

 

El accedió, pero ese sábado y domingo la pasamos muy mal. Papá me tuvo que comprar cigarrillos para calmarme cuando venían mis arrebatos de ira y violencia. Me contó mucho después que cada vez que le pedía un cigarrillo, el espíritu inmundo le respondía en mí con una carcajada y con ofensas, y ese domingo intenté suicidarme tirándome del 2 piso del departamento de mi tía.

 

 

 

 

Apenas papá pudo atajarme de las piernas. Sin embargo a la mañana siguiente me sentía muy bien, animado y hasta le dije: “Papá vamos a casa me siento muy bien, creo que Dios ya me sanó”, pero él sabía que no era así. Era el momento del éxtasis, pero luego venía la depresión.

 

II.                 Una Batalla Contra Cientos De Demonios

 

Papá y yo fuimos hasta la iglesia “Kadosh” ubicada en la ciudad de Lambaré, Asunción llegando puntualmente a las 17 horas. En seguida el pastor Ángel Beriau y su equipo de aproximadamente 10 intercesores, nos recibieron y comenzaron el trabajo de liberación, que ese día duró como 5 horas.

 

El pastor le sugirió a papá que se quedara afuera, porque tal vez no podría soportar lo que iba a ver. El aceptó y se quedó afuera a interceder con mi tía y mi prima. Fue la primera de muchas tardes y noches de intenso clamor por mi liberación, porque también en Ciudad del Este mi mamá junto con los discípulos de ella y de mi papá ayunaban y oraban hasta el final.

 

Al terminar aquella primera sesión Ángel muy cansado me dijo: “Mira, he batallado muchísimas veces con diferentes tipos de demonios que estaban en las personas, pero te digo, con este tipo de espíritus nunca me he enfrentado, son de los más poderosos, pero no te preocupes los vamos a vencer en el nombre de Jesús” Fue la primera vez que volvió mi papá a gozarse después de mucho tiempo.

 

Pero no fue fácil, pues día de por medio por las tardes y por las noches, el pastor y preciosos hermanos y hermanas lucharon por mi alma en terribles sesiones de liberación y todos los días por las mañanas tenía mi sesión de consejería con Ángel, así ocurrió por espacio de más o menos dos semanas.

 

Un día Ángel le dijo a papá: “Hay un demonio mudo que le desenchufa su mente, es como si de repente ya no estuviera ahí, le lleva su mente a otro lado y le deja como vacío, este es el más fuerte y no quiere salir, porque los otros ya se fueron y eran como doscientos o más, pero este se niega a salir y todavía el Espíritu Santo no me ha revelado la razón”. Porque se notaba que hubo una gran mejoría, pero yo no estaba del todo bien.

 

Tiempo después mi papá me contó que un día, luego de una sesión terrible, Ángel le comentó que se fue a su casa muy cansado y sin siquiera sacarse la ropa se tendió en la cama y quedó profundamente dormido, pero en un momento sintió un peso enorme sobre su pecho, y unas manos frías que le apretaban el cuello para asfixiarlo. El se sintió morir, pero ya con las últimas fuerzas que le quedaban logró gritar “¡Jesús!” y el demonio lo soltó, no sin antes amenazarlo que dejara de molestarle, porque yo era suyo.  

 

Le dijo a mi papá: “Te cuento Osvaldo que nunca tuve tanto miedo como ayer, nunca sentí la maldad y el odió en un demonio como el de ayer. Mira, lo que tu hijo tiene es alguien muy poderoso, pero siento que tenemos que identificarlo, para expulsarle”.

 

La lucha duró por unos día más, hasta que finalmente Ángel le dijo a papá, que había terminado su trabajo, aunque no sabía si ese último demonio había salido de mí. Que necesitaba volver a verme después de un tiempo. Así volvimos a Ciudad Del Este.

 

Ahora, mi vida cambió un  poco, pero no totalmente, porque de tanto en tanto, tenía mis recaídas y mis cambios bruscos de personalidad y de temperamento. Mis padres resolvieron sacarme de mi casa por un tiempo y fui a la casa de mis tíos para trabajar con la condición de que si quería volver tenía que estar dispuesto a arrepentirme y someterme a Dios.

 

Luego de casi tres meses llamé a papá y le prometí entregarme al Señor. Y sucedió que una tarde, luego de una fuerte recaída (fumé y tomé caña) accedí a someterme a un cuestionario de liberación que había preparado papá. Empezamos con preguntas, respuestas, confesión, oración, hasta que de pronto llegamos al punto sobre la idolatría y la música.

 

III.               El Último Demonio

 

 

 

 

 

Él me dijo de pronto: “¿Alguna vez renunciaste de todo corazón a tu música heavy?” Yo le dije: “nunca”, entonces papá continuó: “¿Quieres ser libre ahora de ese demonio mudo que te controla hasta hoy?” Yo dije: “Sí”, y en ese preciso instante caí al suelo revolcándome. No recuerdo nada más, pero al volver en sí escuché que papá me decía: “Hijo renuncia al demonio de la música heavy metal ¡ahora! En el Nombre de Jesús”.

 

Y en un momento me encontré gritando: “Sí, renuncio; sí, renuncio”, y comencé a vomitar por litros de un liquido negro y pestilente terrible. En seguida ese demonio me sacudió y se fue. Papá dice que luego de unos minutos mi rostro comenzó a cambiar, y una paz inundó todo mi ser, y quedé libre, libre, para siempre en el Nombre de mi Amado Señor Jesús.

 

Quiero decirle que la esquizofrenia - salvo en aquellos que tienen su origen en defectos de nacimiento, o daños físicos por accidentes, por operaciones cerebrales, abuso de medicamentos o degeneración - tiene sus raíces en el mundo espiritual, donde tiene mucho que ver el ocultismo, la magia, el satanismo, la música rock o heavy metal, las drogas y el alcohol, las películas de terror, las prácticas relacionadas al espiritismo, la tabla ouija y los viajes astrales, etc.

 

El pastor Ángel estaba seguro que más de la mitad de esas pobres personas que están internadas en los hospitales siquiátricos de cualquier país están poseídas por demonios, es decir sus problemas tienen raíces en lo espiritual.

 

Las personas que sufren de debilidad mental, por largas enfermedades, o por el abandono, o maltratos físicos y abusos en la niñez, caen luego en desordenes mentales, y son infestadas por los demonios. Si no, investigue el pasado de asesinos en serie y personajes depravados; todos eran esquizofrénicos. Hay una historia en el evangelio de San Lucas 13:11 donde cuenta que una mujer había sido atada por Satanás 18 años con una enfermedad degenerativa de los huesos. Ningún tratamiento médico la iba a curar jamás porque su enfermedad tenía una raíz espiritual, a ella solo Jesús podía sanarla.

 

Yo fui esquizofrénico, tuve una mente dividida, sufrí trastornos bipolares y de doble personalidad, lo que también dio cabida a que fuera infestado por centenares de demonios y un general (demonio mudo). Este espíritu siguió estando en mí hasta que renuncié al temor y la música heavy metal que le daban legalidad para seguir esclavizándome.

 

Mi historia está resumida pero es verdadera, y cualquiera que esté sufriendo, o haya sufrido de esquizofrenia puede corroborar que no miento, ni he agregado nada, yo he pasado todo eso y mucho más y sé que solo Jesús pudo librarme de ese azote. De lo contrario tal vez hoy estaría viviendo recluido en un manicomio. El espíritu de esquizofrenia es el miedo elevado a la mayor potencia y solo Jesús puede contra él.

 

Por eso, hoy soy un joven libre, lleno del Espíritu Santo para la gloria de Jesucristo mi Señor y Salvador. Hoy puedo contarte esta historia de terror, con un final feliz. Si estás tal vez pasando por un caso similar, o tengas un hermano, o algún hijo, o tal vez sea uno de tus padres, busca ayuda en una iglesia cristiana, acude a un pastor que tenga experiencia en liberación de personas  con problemas mentales, especialmente de esquizofrénicos.

 

O conéctate conmigo a este correo: osvaldopaiva@cfacde.com.py o mensajeame a: manuel18135@hotmail.com con gusto contestaremos todas tus preguntas. 18135 fue el número con que me ficharon para ingresar al hospital psiquiátrico nacional.

 

Soy Juan Manuel Paiva y fui un esquizofrénico crónico sin esperanza para la medicina. Hoy estoy estudiando en el Instituto Bíblico Ministerial, preparándome para servir al Señor. Me gusta la música, escribo poemas, ensayos, cuentos y soy muy mimado por mi mamá a pesar de que ya tengo 23 años.

 

Mi padre es el pastor Osvaldo Luis Paiva, es mi mentor y mi maestro de la Biblia.

 

Mi madre se llama Prince, es una mujer maravillosa que soportó con valor y paciencia mis peores momentos. La admiro y la amo profundamente.

 

Tengo dos hermanos menores, Daniel y Jazmín, a quienes amo con todo mi corazón, pues los vi orar con lágrimas, y clamar muchas veces de rodillas, cuando no era yo, cuando vivía atormentado como una bestia. Como ven tengo mucho que agradecer.

 

Que Dios te bendiga.